Preguntas en torno a la trascendencia
El poeta, diplomático y educador Humberto Díaz-Casanueva nació el 8 de diciembre de 1906, en Santiago, en el seno de una familia de clase media católica, y recibió una formación religiosa durante su infancia. En 1914 ingresó al Liceo de Aplicación, del que fue expulsado el año 1921, al fundar el grupo de estudios Centro José Ingenieros y ser acusado de “hereje” por un profesor de religión. Continuó sus estudios en la Escuela Normal José Abelardo Núñez, obteniendo su título de profesor normalista a los 17 años.
En la primera mitad de los agitados años '20, Díaz-Casanueva comenzó a relacionarse con el ambiente literario e intelectual de la época, en el que conoció a Vicente Huidobro, Gabriela Mistral y Pablo Neruda, entre otros. De esos años, data su amistad con el poeta Rosamel del Valle, unión poética y fraternal que perduraría hasta la muerte del segundo. En 1926, Humberto Díaz-Casanueva publicó su primer libro, El aventurero de Saba, a la vez que participó activamente en las movilizaciones del profesorado en pro de la reforma educacional. La actividad gremial y política que desarrolló lo llevaría a su primer exilio en 1928, bajo la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo.
Poseedor de una poesía muchas veces catalogada de hermética, Díaz-Casanueva desarrolló en sus textos una poética que suele moverse en los límites de lo místico y la filosofía metafísica, como exhiben estos versos de La estatua de sal (1947): “Aquí está el mundo aparente y adentro el mundo sellado y ambos me son/ recíprocos y en ambos escarbo/ buscando la fuente que me derrama”. La suya es una búsqueda constante de preguntas en torno a la trascendencia y la existencia del hombre, evidenciada en gran parte de su proyecto escritural, como Réquiem (1945), La hija vertiginosa (1954) o El hierro y el hilo (1980), inspirada en su hija Luz Maya. Su obra funciona -al decir del poeta y crítico Naín Nómez en su Antología crítica de la poesía chilena, tomo II- “como puente entre el surrealismo y los antiguos poetas románticos y simbolistas”, en un momento de la poesía chilena dominado por las tendencias vanguardistas que surgieron en la primera mitad del siglo XX. Dan cuenta de ello diversos artículos y notas de prensa, de autores de la talla de Gabriela Mistral y Rosamel del Valle, entre otros.
Hombre de diversas capacidades, Humberto Díaz-Casanueva conjugó su oficio de poeta con su compromiso humano, desarrollando importantes labores de difusión y denuncia en torno al tema de los Derechos Humanos y la segregación racial. Estos y otros temas los abordó desde diversos discursos, escritos y artículos, así como desde su misma producción poética, como es el caso de El niño de Robben Island (1985). Además, desarrolló una larga carrera diplomática y académica, que se extendió incluso después del Golpe de Estado contra el gobierno de Salvador Allende, de cuyo gobierno Díaz-Casanueva fue embajador ante la ONU.
Miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua, se hizo merecedor del Premio Nacional de Literatura en 1971. Humberto Díaz-Casanueva murió en Santiago en 1992.
Texto extraído de Memoria Chilena
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